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  • José Musse

La niña que salve 5 veces


Era verano del 2009, venía una tormenta con vientos huracanados hacia New York. Conocía bien lo que significaba estar en una carretera con vehículos a 80 km/hora y con poca visibilidad. Tormentas comunes en verano que explotan por la saturación de la ola de calor que nos golpeaba esa semana, superior a los 40 Celsius. Mi hija tenía pocos meses de nacida y debíamos ir a comprar cosas para ella. Decidimos con mi esposa salir a un centro comercial. Comprar lo necesario y llegar a casa lo más rápido que pudiéramos para estar seguros. Todo debía estar precisamente cronometrado para evitar la tormenta que empezaba al mediodía. No queríamos estar en ninguna carretera.


Llegamos a ‘Babies r Us’ y nos dividimos con mi esposa para hacer las compras. Mi hijo Carlos y mi hija estarían en el auto esperándonos. Llegamos a la cajera cuando mi esposa comenzó a recibir llamadas telefónicas de un número que no conocíamos. Las ignoramos, pero al ser insistentes ella contestó. Era mi hijo que usaba un teléfono móvil de un automovilista parqueado al lado nuestro. Se había bajado del auto y sin querer había cerrado la puerta del auto, y las puertas se habían bloqueado con mi hija bebe dentro.


Corrí inmediatamente al auto. Mi hija estaba despierta. Un auto encerrado en verano acumula un calor asesino. Cada año muchos niños mueren en los Estados Unidos porque los padres dejaron a sus hijos unos minutos en el auto.


Si afuera del auto la temperatura es 40 Celsius, dentro es 60 celsius o más. Lo suficiente para matar.


Trate todo truco conocido para abrir la ventana o puerta. No teníamos mucho tiempo, mi esposa llamó al 911. Ella estaba desesperada llorando, mi hijo llorando y culpándose. El mismo conductor que le prestó el teléfono móvil, nos acercó una pala de camping plegable. Mi esposa gritó, mi hija se había desmayado en ese momento. No teníamos mucho tiempo. Pensé rápido. Mi hija estaba en su asiento de bebe detrás del asiento del piloto. Decidí romper la ventana del copiloto con aquella pala. De esta forma ella estaría lejos del vidrio que volaría.


Golpeé y golpeé y golpeé y nada. Estaba frustrado. Entonces, junté cada partícula de energía en mi cuerpo y di un último golpe tan fuerte que no recuerdo haber golpeado nunca antes con tanta fuerza y eso hizo explotar la ventana. Los vidrios volaron dentro del auto y fuera del auto. Abrimos las puertas, mi hija estaba bien.


Mi esposa cargó a nuestra bebe con una alegría y alivio que nunca había visto. Luego fue mi turno de tenerla en mis brazos y de pronto había sangre por todas partes. Había roto la ventana opuesta y más lejana, ¿cómo pudo cortarse mi hija? Había unos pequeños fragmentos de vidrio templado en su ropa. Mi esposa e hijo advirtieron que el que tenía sangre no era mi hija sino yo. Al golpear tan fuerte mi mano se había deslizado hasta cortarse mi palma con la hoja de la pala. En la palma izquierda, al lado de pulgar tenía un corte profundo y de un largo de 5 cms. Cuyo intenso dolor comenzaba a sentir. La adrenalina y testosterona en mi debía estar normalizada.


Llegó la policía para ayudarnos. Claro, que ya no necesitábamos ayuda. Bomberos y policías, siempre tarde.


Lo que no estaba tarde era la tormenta que empezó sin mayor aviso. Un minuto de gotas aisladas y luego un aguacero más fuerte que el que tengo en la ducha de casa. Mi esposa quería llevarme al hospital, pero el auto sin una ventana y con los vientos huracanados con lluvia intensa que ya sentíamos iban a causar falla eléctrica en el auto. Me negué a ir al hospital. Ella sabía que necesitaría puntos y le ofrecí que yo mismo me cocería. Le mentí diciéndole que ya lo había hecho antes. Ella sabía que yo mismo me ponía mis inyecciones cuando me las recetó un doctor. Condujo ella por la carretera de Whitestone Expressway hasta casa, fue una hazaña. Por momentos sentí que estaba en un bote en el Caribe atravesando un huracán. Felizmente llegamos a casa y todos estábamos bien.


No lo sabía en ese momento, pero vendrían cuatro ocasiones más en las que salvaría la vida de mi hija.


Aunque éramos muy cuidadosos con ella, siendo bebe y una pequeña niña, tendía atorarse. Dos veces debí usar la maniobra de Heimlich para aliviar sus vías respiratorias. En ambas no había ningún sonido emitido por ella, es cuando sabes cuán grave es el caso. Era tan común que se atore que su niñera estaba entrenada adecuadamente. Entrene a todos en casa.


En otra ocasión mientras estaba trabajando en una agencia publicitaria me pidieron una secuencia de fotos. Todo el equipo fotográfico con excepción mía, estaba en el Caribe filmando y fotografiando una campaña publicitaria. La asignación que me dieron era urgente y no tenía ninguna cámara que quedara en la oficina. Decidí rentar una localmente. La agencia tenía cuentas con varias empresas que rentan equipo de video y fotografía. No había una sola pieza disponible. El Papa Francisco visitaba New York y todo el stock desapareció.


La única solución que encontré fue ir a casa y usar mi propia cámara. Un largo camino de una hora. El abuelo de mi hija estaba cuidándola, en ese momento ella tenía seis años. Al abrir la puerta de casa percibí un fuerte olor de gas. Evacué a todos de casa y marque al 911 pero no dije una sola palabra. Sabía que tenía a la operadora en la línea hablándome. Cerré la hornilla de gas y comencé abrir puertas y ventanas. Sabía que estaríamos bien y entonces, colgué mi teléfono móvil.


Si no hubiera tenido ese trabajo fotográfico, sino hubieran rentado todas las cámaras, con seguridad mi hija y su abuelo hubieran muerto. Mi esposa y yo no estábamos supuesto a llegar a casa antes de las 8 de la noche. Llegué ese día al mediodía. Pasaron como 20 minutos antes de que la casa volviera a la normalidad. La saturación de gas fue monstruosa y yo no debí hacer lo que hice, pero hice lo que me acostumbre hacer durante toda mi vida como bombero.


El abuelo no había percibido el olor del gas. Mi hija sí, se lo había mencionado a su abuelo y este ignorado. Ella no conocía lo que ese olor significaba, solo olía algo raro, no tenía idea del peligro. Ahora mas grande mi hija, recibió un curso acelerado sobre fugas de gas de parte mia. Que incluía evacuación y llamada al teléfono de emergencia.


El incidente de fuga de gas se volvió a repetir una vez más, pero fue menos grave. Otra vez el abuelo. Decidí comprar alarmas que detectan fugas de gas después de este segundo incidente. Mi hija, ya adolescente estaba en su cuarto encerrada, escuchando música mientras el gas se esparció por toda la casa. Otra vez, nada pasó.


Siempre quise ser un bombero que salvara vidas. Quería entrar a una casa incendiada y sacar un alma del infierno. Eso no pasó. Quise traer a un bebe al mundo. Tomé varios cursos en el Hospital Rebagliati de Lima, sobre obstetricia y perinatología, tampoco pasó.


Lo que sí pasó es que salvé la vida de la persona que es más importante para mí, más importante que mi propia vida. Mi hija.


Todo padre daría su vida por la seguridad de los suyos. Cuidar y proveer es lo que define la masculinidad. He visto jóvenes varones que cuando no están en condiciones de proveer para los que ama, simplemente prefieren estar solos sin una mujer al lado, sienten que no están listos para ser los hombres que quieren ser.


José Musse

New York



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