El Declive del Voluntariado pone en Riesgo Comunidades

La Asociación Nacional de Protección contra Incendios (NFPA, por sus siglas en inglés) ha enfatizado durante mucho tiempo la importancia de contar con niveles de personal adecuados. Su norma 1710 exige que la primera compañía de bomberos que llegue al lugar esté compuesta por al menos cuatro bomberos, quienes deben llegar a la escena dentro de los cuatro minutos posteriores a una llamada al 911. Una respuesta completa de primera alarma para un incendio estructural debe incluir entre quince y diecisiete bomberos en un plazo de ocho minutos. Estos parámetros se basan en investigaciones que vinculan claramente los niveles de personal con la reducción de daños a la propiedad, muertes de civiles y lesiones de bomberos. Un estudio de la NFPA encontró que los equipos de cuatro personas completaban las tareas críticas en el lugar del incendio solo con un 65 % de la eficiencia de los equipos de cinco personas. En términos prácticos, menos bomberos significan operaciones más lentas, mayor pérdida de propiedad y un riesgo más alto de lesiones.

Varios factores explican la disminución de la fuerza laboral. El más significativo es la fuerte caída en el número de bomberos voluntarios, un grupo que históricamente ha sido la columna vertebral de la protección contra incendios en las zonas rurales de Estados Unidos. Connecticut, por ejemplo, ha visto reducido a la mitad su número de voluntarios desde 2016. A nivel nacional, el número de bomberos de carrera ha aumentado ligeramente, pero los voluntarios han disminuido más de un 60 % durante el mismo período. Las limitaciones presupuestarias, los beneficios insuficientes, el aumento del volumen de llamadas y los mayores requisitos de capacitación han contribuido al problema. El resultado es una dependencia excesiva de las horas extra costosas, los acuerdos de ayuda mutua y el personal sobrecargado.

La erosión de la fuerza voluntaria refleja cambios sociales y económicos más amplios. A medida que las ciudades crecen y las emergencias se diversifican, las demandas sobre los voluntarios se han vuelto abrumadoras. Los bomberos modernos ya no responden únicamente a incendios estructurales; también atienden llamadas médicas, incidentes con materiales peligrosos y labores de auxilio en desastres. Los requisitos de capacitación reflejan esa complejidad. Para calificar como bombero voluntario, las personas suelen necesitar completar unas 120 horas de instrucción durante varios meses. Para muchos, equilibrar eso con el trabajo, la familia y otras responsabilidades resulta simplemente irreal.

Los cambios generacionales han profundizado el problema. Muchas personas que comenzaron como voluntarios se han mudado por motivos laborales o han pasado a puestos remunerados. Los departamentos reportan ahora una brecha de edad notable, con la mayoría de los voluntarios mayores de cincuenta años. Las generaciones más jóvenes tienden a tener vínculos más débiles con las pequeñas comunidades, lo que dificulta el reclutamiento de reemplazos. Solo en el estado de Nueva York, el número de voluntarios ha caído casi un tercio en las últimas tres décadas, dejando a las compañías de bomberos locales luchando por mantener la cobertura.

La participación cívica también ha disminuido. En todo el país, la participación voluntaria en todo tipo de organizaciones comunitarias ha bajado, pero el impacto en los servicios de emergencia ha sido particularmente severo. Las largas horas, el alto nivel de estrés y los riesgos personales hacen que la retención sea aún más difícil. Las realidades económicas añaden otra capa de complejidad, ya que las personas trabajan más horas, a menudo en varios empleos y con mayores desplazamientos, lo que deja poco tiempo para el servicio comunitario no remunerado.

Para sobrevivir, los departamentos se ven obligados a evolucionar. Algunas ciudades están transitando hacia departamentos totalmente remunerados, pero esta transición es costosa y puede sobrecargar los presupuestos municipales. Otras están probando sistemas híbridos que combinan personal de tiempo completo, medio tiempo y voluntarios. Los expertos advierten que, sin nuevos incentivos como estipendios, asistencia educativa, horarios de capacitación flexibles y reconocimiento comunitario, el modelo tradicional de voluntariado podría colapsar por completo en algunas regiones.

Abordar esta crisis requerirá un esfuerzo coordinado y sostenido. Muchos departamentos están invirtiendo en programas de divulgación, visitando escuelas y utilizando campañas de comunicación específicas para atraer nuevos reclutas. Ofrecer mejores salarios, opciones de jubilación, seguros médicos y beneficios educativos ya ha mostrado resultados prometedores. Simplificar el proceso de contratación y ampliar las oportunidades de desarrollo profesional también puede hacer que la profesión resulte más atractiva.

Paralelamente, varios municipios están revisando sus estructuras de personal para reflejar mejor los desafíos modernos. Algunos están experimentando con programas de bomberos temporales o de reserva para cubrir vacantes a corto plazo, mientras que otros priorizan las iniciativas de bienestar y los horarios flexibles para reducir el agotamiento. Se insta a los legisladores a restablecer los sistemas de pensiones y aumentar la financiación de las agencias de seguridad pública locales para estabilizar la fuerza laboral.

Si estas medidas se aplican de manera estratégica y con apoyo político, los departamentos podrán comenzar a reconstruir su fuerza. Cumplir con los estándares de personal de la NFPA no se trata solo de cumplimiento normativo; se trata de preservar vidas, propiedades y el sentido mismo de seguridad del que dependen las comunidades. El futuro de la protección contra incendios en Estados Unidos depende de una acción decisiva hoy para restaurar el equilibrio entre el servicio profesional y el voluntario, garantizando que ninguna comunidad enfrente una emergencia sin la ayuda que merece.

José Musse New York City