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José Musse

El momento divergente


Entrenar bomberos por más de 30 años da una visión diferente del mundo y de la vida. Algo que me he preguntado cuando interactúo con candidatos a bomberos, revisando sus curriculums y llevando entrevistas, es tratar de predecir su carrera.


Tratar de descubrir si será un bombero apasionado que desarrollará una vida productiva personal y ayudará a llevar al servicio de emergencia al siguiente nivel o terminará siendo un problema o parásito de la institución.


La respuesta siempre ha sido la misma. No importa cuan talentoso y bien intencionado venga el candidato a bombero. La cultura es más poderosa. Si la cultura organizacional es disciplinada. Hasta el candidato más perezoso se volverá disciplinado y si no acepta no progresará y se irá a la larga. Si la cultura, no en la institución pero al menos en la unidad es de abrazar la innovación. Sus bomberos abrazarán la idea de buscar y probar nuevas técnicas. Si la cultura predominante es pasar el rato, es decir sin innovación, sin mejoras, sin desafíos. El que pretenda algo mejor, será aburrido y frustrado, hasta que se canse y se vaya.


Entendí lo poderoso de la cultura y como nos influencia, cuando deje mi país natal. En mi país adoptivo toda bebida se sirve con abundante hielo, inclusive durante el gélido invierno, muchísimo más crudo que el invierno limeño. Lo que me resultó chocante. En un momento que no recuerdo cuando pasó, dejó de molestarme y solo me di cuenta cuando regresé de visita a mi ciudad natal y ordene una bebida en un restaurante y para mi sorpresa no tenía hielo. El que pedí sin tardar.


La cultura lo es todo. Absorbe, moldea caracteres y esa cultura puede ser cambiada para bien o para mal por los líderes. Sin embargo, hay un momento único en las carreras de bomberos. Una que pocas veces he testificado, el preciso instante en que el bombero idealista, lleno de sueños por ser un gran y buen bombero, acepta la comodidad. El momento en que prefiere sentarse a ver televisión y no entrenar y prepararse para eventos poco habituales. El instante que deja su idealismo y su amo es la flojera. El momento en que calla cuando ve algo incorrecto porque si dice algo, es chocar con los intereses de terceros y pueden frustrar su ascenso, un cargo, una promoción. El momento en que abandona su idealismo y se convierte en la puta capaz de mentir para estar bien con el amo, que es su chulo moral, su caficho.


Rara vez, un bombero se mantiene tan idealista como en sus primeros días. La mayoría de bomberos que he conocido he visto que su alma envejeció más rápido que su piel. Supongo, que el principio matemático de Vilfredo Pareto es inalienable.


Qué reconfortante resulta encontrarse con un bombero voluntario con más de 10 años de servicio. Buscando manuales, leyendo libros profesionales. Conservando la misma candidez y humildad del que nada sabe y tiene todo por aprender.


¿Y tú? ¿Eres un bombero que lleva el idealismo del primer día o eres la puta de alguien?


José Musse

New York


Foto: GEC


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