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  • José Musse

El general no se viste de soldado



La última visita a la zona de desastre por el presidente Pedro Castillo llama la atención por los detalles. El presidente escolta a una mujer sujetándola por el brazo, evacuándola de la zona impactada por el terremoto. Es obvio, que el presidente quiere mostrarse como un hombre eficiente, que no teme ensuciarse las manos. Entendible, pues su gobierno nació en precarias condiciones, sigue con ventilación artificial y con algunos sustos que lo mantienen en cuidados intensivos. Por ello, quizá está cayendo en este guión de películina.


El país tiene un fuerte ejército, una enorme fuerza policial y bomberil. ¿Qué gana el país con un presidente laburando en una zona de desastre? Por defecto, debería trabajar y organizar la zona de desastre el Instituto Nacional de Defensa Civil, en mi opinión debería elevarse a la categoría de ministerio. Más adelante cuando la respuesta está organizada y totalmente en completo despliegue, el presidente de la nación debería visitar para ofrecer condolencias a las víctimas y soporte moral a los que trabajan en la recuperación del área. Lo más importante es asegurarse de que todos tengan las herramientas para hacer bien su trabajo. Después de todo, gobernar es delegar.


En los últimos años hemos visto como políticos visitan zonas de desastres, en parte para supervisar la ayuda y en parte por figuración. Han habido emergencias nacionales donde han desfilado presidentes, ministros y miembros del congreso de la república. Llega a un punto en que los visitantes generan expectativas, desvían la atención y crean más problemas de seguridad para ellos mismos justo donde los recursos son escasos y requeridos en tareas específicas.


En la comunidad de emergencia existe el estigma de turismo de emergencia, donde al ocurrir un desastre de alto impacto, profesionales de las emergencias viajan, más que para ayudar, para tomarse fotos con la intención de decir yo estuve ahí.


Lo mismo ha estado pasando con políticos, como con Castillo con pocos resultados positivos. Un anciano creyó que era un empleado de la posta médica cercana. Esto demuestra desorden y caos en el gobierno.


Quien haya visto ‘Devil wears Prada’ entiende las sutilezas de la comunicación y la imagen. La editora de Vogue rodeada de dos asistentes, le dicen quien se acerca a hablarle. Nombre, apellido, cargo, empresa y cualquier detalle que sea vital para conversar. Esto exhibe el cuidado que un editor de la revista de modas pone en las relaciones públicas y definitivamente lo hace mejor que el actual presidente peruano.


Perú sigue siendo un país arcaico, que apuesta por personalidades antes que en sistemas. Entiendo el concepto de que todos somos defensa civil, pero un general no se viste de soldado, salvo que esté huyendo del frente de batalla. Un presidente con chaleco de funcionario de la defensa civil está bajando en jerarquía de responsabilidades. El presidente debe vestirse y actuar como presidente todo el tiempo. Por supuesto, este problema no es exclusivo ni invento de este gobierno, ya hemos visto a un Fujimori vestido de indigena y en el bus que rescató a los rehenes de la embajada japonesa.


José Musse

New York City

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